Mejor evitar las piletas vacías - LA NACION

2022-07-30 02:01:53 By : Ms. Carry Zhang

Siempre recomiendo mantener la pileta en invierno. No sólo por el evidente interés de conservar el trabajo: las razones son varias y este año se agrega claramente el tema dengue. También fue un tema agregado hace unos años, durante aquel breve brote veraniego. Sin embargo, esta vez la cosa es peor. Luego de casi dos meses de frío intenso y estufas encendidas desde mayo, todavía se ven mosquitos. Patrullas perdidas. Pero pican igual.

Otro aspecto a considerar es que tener la pileta llena de agua podrida durante tantos meses nunca se sabe en qué puede terminar. Si germinan hongos negros, por ejemplo, será muy difícil sacarlos cuando se vacíe la pileta. Son hongos que echan raíz en el revoque, por debajo de la pintura y de los revestimientos más sofisticados. Y sacarlos definitivamente suele ser una misión imposible. La perspectiva de convivir con ellos no es del todo mala. Siempre se los puede contener con dosis extras de productos químicos. Pero casi todos prefieren evitarla.

Por otro lado, siempre es más peligrosa una pileta podrida que una llena de agua cristalina. Y menos bella. Hay quienes disfrutan de ver en su jardín un pantano la mayor parte del año. Son los menos. Ni hablar ahora que están todos tan predispuestos a la transparencia y la pureza extrema. La tendencia es tan fuerte que lleva muchas veces a ver las piletas como vacías. Tan limpias están que el agua no se ve.

La pileta vacía es otro tema por considerar. En vez de mantenerla en invierno vaciarla. Existe el mito de que si una pileta está mucho tiempo vacía se rompe. Y es cierto, en parte. Es cierto en zonas de tierra blanda y movediza, como es la zona en donde trabajo. Pero en lugares sin movimiento de tierra el peligro es mínimo. Una pileta bien construida no tendría por qué romperse.

Lo peligroso de tener una pileta vacía es el riesgo de caer en ella y morir. La semana pasada le sucedió esto a un anciano que podaba un limonero. El hecho tuvo lugar en Bragado y se convirtió en noticia porque el muerto cumplía prisión domiciliaria, acusado por haber cometido delitos de lesa humanidad. Un horroroso accidente doméstico que perfectamente podría haberse evitado si la pileta hubiera estado llena.

Después del trágico episodio me llamó un viejo cliente de verano. Un jubilado alto y canoso que cada invierno vacía su pileta, y que en verano suele contarme sus aventuras de juventud en una estancia brasileña de miles de hectáreas a la que fue a parar cuando se casó con la hija del estanciero. Un hombre que cada vez que lo veo parece más grande, como si padeciera gigantismo, y que ahora acaba de llenar otra vez su pileta, asustado, y me llama para retomar el servicio, así que allá voy. Cuando llego a su casa lo noto nervioso, eléctrico. Me habla de su pileta como si no la conociera. Me trata de usted. ¿Su miedo es por la edad, por el episodio del muerto en la pileta vacía o porque oculta un pasado inconfesable? Mejor no averiguar. Pero por lo que parece, no es nada de todo eso.

-Soy muy alto -dice-, mis huesos ya son muy frágiles. Con la mitad de los golpes que se dio ese pobre señor yo termino peor.

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